El día que comencé a correr en serio
Había tenido un cambio sentimental importante en mi vida. Sabía que iba aprovecharlo para otras cosas y cambiar el estilo de vida. Correr siempre había formado parte de mi vida, así que lo introduje de nuevo -aunque nunca lo aparté del todo-.
A las dos semanas volver a correr regularmente, hice una ruta de las que hacía antaño junto a un gran amigo y su hermano… superando la distancia de aquel entonces (un año atrás concretamente).
Al día siguiente de esa ruta, realicé otra de una distancia ligeramente menor y más fácil: de Barcelona a Molins de Rei, 11,5 km. Físicamente, estuvo muy bien porque después de hacer 14 km me iba a “atrever” con 11 km y porque era ir a Molins de Rei (psicológicamente hablando es diferente hablar de “atravesar varias poblaciones” vs dar una vuelta).
Ahí lo decidí. Era la velocidad. Era la música. Era la distancia. Cómo me encontraba cuando corría. Revivir sensaciones de antaño. Superación. Motivación. Liberación.
Dio la casualidad que justo en ese momento, iba a tener que hacer un parón por la visita de un amigo a Barcelona y hacer de guía. Fue un fin de semana de excesos y me sentí mal porque ya era parte de mi vida llevar una vida más saludable. Había interiorizado el nuevo estilo de vida y varias sensaciones como lo innecesario de esos excesos por varios motivos, me terminaron de hacer reaccionar. Por si fuera poco, y si la decisión ya estaba tomada, el amigo turista me regaló «De qué hablo cuando hablo de correr» de Murakami. Lo leí en dos días. Ya estaba hecho.
Ahora empezaba lo bueno. Demostrarme a mí mismo que podría. Entrenarme de una manera diferente a la que había hecho hasta ahora, es decir, bien.
Liberarme.
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