Correr solo o acompañado
Correr es un deporte extraño. Incomprendido (y tildado de aburrido por muchos) pero sobretodo íntimo. No es un deporte de equipo.
Físicamente hablando, puede ser complicado encontrar a alguien que tenga tu mismo ritmo, que realice la misma distancia que tú y que, en defintiva, tenga unos objetivos similares. Amoldarse a otra persona puede ser fácil o no según el entrenamiento que tengas (y que tenga la otra persona) pero hay que tener en cuenta que ya no dependes de ti mismo.
Mentalmente, la carrera cambia bastante. Si corres solo puedes variar el ritmo, alterar la ruta según tus condiciones, solo tienes que pensar en tu paso. Depende de en qué te concentres cuando sales a correr o si simplemente disfrutas de la música o de escuchar tu respiración, ir acompañado puede resultar un poco chocante. Esto puede jugar a favor y en contra. El factor de: “quedar bien” y mantener un ritmo o alcanzar una distancia por el sentimiento de “obligación” o de “superar el reto” con la otra persona es un handicap con el que se juega. Aunque salgas a correr con tu mejor a amigo o se haya hablado de que no hay presión, la hay.
Salir a correr solo te permite depender de ti y ya está. No forzar más de lo que quieres. De pensar en tus cosas o no pensar en absoluto.
Las veces que he ido a correr con gente ha sido genial, por eso mismo, la compañía. La amena conversación entrecortada según lo que corras. Las anécdotas e improvisaciones de ruta son más divertidas o incluso la de improvisar baños en la playa en medio de la carrera. Las risas de lo “petado” que está cada uno o de lo imposible de la ruta o de los sprints insane sin venir a cuento que a veces me da por hacer.
Suelo ir a correr solo, pero como todo en la vida, compartir hasta ese nivel (más allá de tus tiempos o de tus experiencias en un blog) es impagable.
De vez en cuando, sal a correr acompañado 🙂
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